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Sé a ciencia cierta, estimado posible lector, que su fe inquebrantable le susurra en la conciencia que, aunque camine por el valle de las sombras, nada ha de temer. Pero su fe miente. O ignora. Todo es peligro cuando se pronuncia lo innombrable: Rat-zinger. Su nombre es Legión y ha sido invocado sin posibilidad de redención. Ya se avista en la lontananza la polvareda tóxica que levantan los cascos de los caballos de los jinetes pálidos tras los cuales no llegará sino la inevitable muerte para el que ose cruzarse en su camino. Ay de aquel. Se acercan y habéis de saber que lo que sucederá está escrito en su Libro de las Revelaciones desde hace más de una década: no habrá piedad para nadie.
Esconded a los niños, rápido. La espeluznante carcajada de Calico está agrietando el cielo, que en breve será el balcón del infierno desde donde observar, mientras suenan los tambores profanos de Deskarga, a Podri regurgitando navajas con las que llevar a cabo la crucifixión de los enemigos de las aceras, entre el temblor nervioso e impaciente de Puñales, presto desde la noche de los tiempos a lacerar costados.
Pero llegará el amanecer. Inevitablemente. Y Demonioblanco volverá sobre sus pasos deseoso de iniciar una nueva batalla. Y Led Infierno maldecirá al sol una y mil veces. Y Streamline deseará que continúe ad infinitum la letanía de lamentos. Y Rumanoff recogerá la sangre vertida de la que su potro habrá de beber y con la que T-Rex saciará la sed de los muros. Y el Capitán Blood volverá a su reino de sombras para seguir afilándose los colmillos: sabe que los hoy ejecutados resucitarán de entre los muertos, no al tercer día, sino al primero. Y hay que estar precavido. Con esos hijos de puta nunca se sabe. Por eso el corazón que se han de comer lo hemos bautizado con odio. Por eso nuestro
semen envenenado anegará sus iglesias. Por eso nuestra lujuria viste cual Virgo Potens. Por eso Belcebú. Satán. Lucifer. Todos y ninguno.
Porque ni siquiera El Maligno puede ondear nuestra bandera, que es solo nuestra y está bordada por manos enfermas. No queda nada en pie y sin embargo todo pende sobre nuestras cabezas.
Mañana, la Santa Compaña de los desheredados, las indestructibles ratas, volverá a vagar de ningún sitio a ninguna parte. La Cofradía de la Rabia. La Procesión de las Ruinas. Sonrientes. Mofándose de la parca, rindiéndole pleitesía a la vida. Mientras tanto, los nadie, los nada, abarrotaremos las cantinas brindando con nuestros cálices ebrios de gasolina tras pisotear el cadáver incorrupto del flautista. Nuestros cánticos
blasfemos hablarán de que nadie es nuestro pastor y por lo tanto nadie nos dará la salvación que nunca pedimos: nacimos en fase terminal. No sé qué esperabais. Somos los hijos bastardos del Sumo Pontífice y de mil madres anónimas. Somos el germen prometido. Somos los nudillos tatuados del tiempo. Somos nuestro propio dios defecando sobre el vuestro. Somos los Rat-zinger y estamos sueltos, tal que vuestros perros.
Así pues, que empiece la pelea. Y recuerden los cobardes: tengan cuidado ahí fuera. Mucho cuidado.
Texto de Kutxi Romero
RAT-ZINGER - Indestrcutibles
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